domingo, 23 de marzo de 2014

¡AÚN ESTOY VIVO!


He perdido la cuenta de las veces que he caminado hasta llegar a este árbol caído. Desde la primera vez que lo vi tuve claro lo importante que debería ser su ejemplo para mi propia existencia; pero también para la vida de todos los que tenemos la fortuna de estar vivos.
 La lluvia y el viento lo tumbaron un día, igual que los guantes del rival tumban al boxeador, dejándolo abatido para siempre. Pero la mitad de sus raíces siguen ahí, perforando la tierra que alimenta la mitad de su ser. Y así, la mitad de sus ramas, las que quedaron bajo el tronco, han muerto para siempre, mientras la otra mitad se eleva hacia el cielo como la música que se engendra en las entrañas y asciende y asciende igual que las pompas de jabón que cabalgan sobre el viento. 

Esas ramas vuelven a florecer todas las primaveras, como un estallido de luz que quisiera gritar a los cuatro vientos: ¡aún estoy vivo!
Estar vivo es aprender a ser derrotado, y volver a ponerse en pie, y luchar, y luchar sin tregua por seguir existiendo pese a que no siempre podamos ganar nuestras pequeñas batallas. Se puede vivir sin piernas, sin brazos, sin ojos e incluso sin apenas voluntad. Se vive por puro instinto, por una necesidad primaria; pero también somos lo que somos porque tenemos a nuestra disposición la posibilidad de engendrar belleza, emoción y bondad. Existimos, no solo para respirar, comer, beber y reproducirnos, sino también porque siempre habrá alguien que nos necesite.


La vida nos tumba y nos mutila por imperativo biológico. De cada uno de nosotros depende levantarse de nuevo y seguir peleando o dejar que pase la cuenta del knock out. 
El árbol caído seguirá dando lo mejor de sí mientras el ramaje que aún se aferra a la existencia siga floreciendo año tras año.

8 comentarios:

  1. ASÍ ES, PEPELUÍ... MIENTRAS HAY VIDA, HAY ESPERANZA.-

    UN GRAN ABRAZO.-

    MALEVO EXILIADO.-

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  2. Ah boluuuuuuuuuuuuuuuuuuuudo. Mientras haya tango.... habrá que agarrarse a la partenaire.
    Un fuerte abrazo por ser lo que sos.

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  3. Siempre he creído que la esperanza es un engaño, un gran engaño. Pero la vida no, y resulta, mire usted por dónde, que la vida implica la esperanza, porque siempre creemos que mañana amaneceremos, confiamos en ello. No sé si cuando mañana no aparece, se enfada uno, se defrauda. Pero lo cierto es que nuestra parte animal (quizá una de nuestras partes más sanas) persevera en la vida, y se agarra a ella aunque estemos demediados. Así será, y no sólo si así os parece.

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  4. Creo recordar que la Esperanza era una señora de grandes atributos que te hizo feliz unos minutos. Al menos en un poema de tu cosecha. Ahora que estamos primaverales, y con ello un poco más cursilíricos que de costumbre, digamos que los floripondios tienen su aquel, porque huelen bien, rompen el gris invernal y son efímeros como todo lo que es intenso. Pero las hojas que vienen tras la caída de los pétalos, durarán tres estaciones, darán sombra y frescor y acogerán los nidos de algunos pájaros. Si la primavera fuera eterna, nada de eso tendría en valor que tiene.

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  5. ¡Yo también! Tienes razón, qué más da que la primavera no sea eterna, al contraste todas las estaciones tienen su belleza. Como ese árbol caído, en plena conciencia de una vida siempre limítrofe a la muerte deberíamos vivir festejando con flores o con lágrimas el lujo de sentir.
    Un abrazo.

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    1. Hola Esther:
      Prometo dejar mi fijación con las flores de almendro. Ahora surgirán las hojas del castaño, del roble y del plátano. Con ellas llegará la sombra a las aceras (si es que las excavadoras no acaban antes con sus raíces) y podremos pasear cuando lleguen los calores.
      Nunca se está del todo hundido, ni siquiera después de muerto.

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  6. Es verdad, un día cuando estaba muerta, me di cuenta que flotaba sobre mi misma, ironías de la muerte, a veces una persevera y hasta se sobrevive a si misma. Muerte a las escavadoras! A ver si a la sombra de esos árboles podemos tomarnos unos vinos cuando lleguen los calores, pero tú, amigo, no dejes las fores de almendro que cada uno se fija en lo que le gusta y lo convierte en metáfora, una y otra vez, la veces que hagan falta.

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  7. Precioso José Luis, como siempre. Efectivamente la vida no siempre es un camino de rosas pero debemos tener presente lo que somos dentro del círculo natural del que formamos parte, eso nos sitúa y nos da la perspectiva que a veces es tan necesaria para seguir adelante

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