Nada como el circo para entretener a la plebe. Así pensaban
los emperadores romanos, que elevaron el lema pan y circo a los altares de la estrategia política. Algunos
filósofos griegos ya se quejaban del excesivo papel de los atletas en la vida cultural de la polis. Jenófanes de
Colofón (540 a.C) fundador de la escuela de Elea –donde más tarde aparecerían
filósofos como Parménides o Porrón- afirmaba algo así como que no
depende el porvenir de las polis de las piernas de los atletas, sino del buen
criterio de los hombres sabios que habrán de regir su destino. Tal y como
andan las cosas, parece que estamos en manos de los primeros, ya que no hay el
menor rastro de los segundos. Los hombres sabios han de emigrar a otros países para
desarrollar su trabajo, mientras aquí en las Batuecas, nos dejamos regir por
una larga saga de ineptos, eso sí, muy bien remunerados.
Pero no pasa nada, el pueblo ha vibrado con los triunfos
futbolísticos, las medallas olímpicas y el eterno sueño de dilapidar lo que no
tenemos en presentar de nuevo la candidatura de Madrid para los unos Juegos
Olímpicos. Endeudados como estamos, nuestros periodistas no muestran rubor al
afirmar que después de Rio de Janeiro, los fastos deportivos habrán de venirse
a España. En esos momentos de inspiración patriótica, nuestros modernos rapsodas
miran para otro lado y no ven que nos han recortado derechos consagrados para
poder pagar la enorme deuda que tiene un estado que dilapida lo que no tiene,
que abre aeropuertos sin vuelos, que mantiene más de cien embajadas autonómicas
en el extranjero, que toma el dinero del contribuyente y lo mete en la cartera
del banquero y, en fin, que ha sumido a sus clases modestas en el miedo y la
desesperación.
Que el deporte es cultura, nadie lo niega. Confesaré por si
acaso que me encanta practicar deporte y lo hago por puro placer. Habría que
matizar que la cultura no es sólo deporte sino también una formación integral
del individuo por medio del conocimiento, el criterio y el derecho a tener un espíritu
capaz de gozar con el arte, la música y la literatura. Si así fuera, no
tendríamos los niveles de lectura más bajos de Europa. Nuestra educación es
deficiente en todo menos en deporte. Es deficiente hasta a la hora de decir
buenos días, por favor y gracias. Total, como decía cierta parroquiana, ¿para qué voy a darle las gracias al
panadero si ya le he pagado?
Ya no es sólo cuestión de quejarnos de nuestra clase
política, de nuestra partidocracia en ciernes. Más bien deberíamos mirarnos al
ombligo y reconocer que todo esto es un problema estructural donde la sociedad
en su conjunto no está dando la talla. Pocos en este país cumplen con su deber
como contribuyente sin haber sucumbido nunca a la tentación de escatimarle unos
euros al fisco. Con el dinero de la economía sumergida se podría paliar buena
parte de esta crisis. Con una sociedad mucho más ética, más solidaria y más
responsable, tendríamos probablemente otra clase política que fuera fiel
reflejo del pueblo, y una educación de la que sentirnos orgullosos. En esa
sociedad utópica nadie se alegraría de que le recortaran el sueldo al de al
lado, todos tendríamos el derecho y el deber moral de exigir cuentas a los que
nos gobiernan, todos mereceríamos ser ciudadanos en lugar de súbditos.
Por lo pronto esto es lo que tenemos. Mientras tanto, nadie palidece cuando un reputado deportista abre la boca en una rueda de prensa y da una muestra de una capacidad intelectual encomiable. Nadie palidece al saber que más de una de esas criaturas termina su carrera ocupando un escaño o un cargo de vete a saber qué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario