lunes, 13 de junio de 2011

BLOOMSDAY


“Nieva. Observo soñoliento cómo los copos, de plata y de sombras, caen oblicuos hacia las luces. Ha llegado la hora de variar su rumbo hacia poniente. Sí, los diarios están en lo cierto: la nieve está cubriendo toda Irlanda. Cae sobre la oscura llanura central, sobre las colinas despobladas, sobre el mégano de Allen y, más al oeste, cae suavemente sobre las sombrías y sediciosas aguas de Shannon. Cae así, en todo el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey, muerto. Reposa, espesa, al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y sobre las espinas yermas. Mi alma se sume en un duermevela mientras escucho caer la nieve lánguidamente sobre todo el universo, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos.”

Este es el final del conocido relato de James Joyce “Los muertos”, incluido en el libro “Dublineses”. Me he permitido aportar mi propia traducción usando un tiempo presente y la primera persona, cosa que, en mi humilde opinión, no desvirtúa el espíritu del original y, mucho menos, la magnífica traducción de Guillermo Cabrera Infante en 1972.
Según el canon literario actual –es decir; según el canon del mercado literario- Joyce es un autor complejo, elitista, insoportablemente exigente. Según esos afortunados que consiguieron pasar de las cien primeras páginas del “Ulisses” (1922), Joyce es el cenit del estilo literario, el autor del texto más importante del siglo XX. Probablemente, y a la vista de que los autores que se decantan por el éxito en lugar de la literatura, acatando las normas decimonónicas –planteamiento, nudo y desenlace- Joyce seguirá ocupando por muchos años la cumbre de la narrativa contemporánea. Que James Joyce sea contemporáneo cien años después, no habla muy bien de los que estamos vivos.

Algunos –esperamos pasar de la media docena- de esos que se zamparon el ínclito mamotreto, nos vamos a reunir el próximo Jueves día 16 de junio a las 20 horas, en la taberna irlandesa “Hannigan & Sons” (C/ Cetti Meriem, a espaldas de “Granada 10”) para conversar con una pinta de cerveza en la mano y brindar gritando “Larga vida a Ulises”, “Larga vida a Joyce”. Seremos de esos a los que se llama ahora freaks o frikis, y a mucha honra. Nos quedaremos muy lejos de lo que estará pasando en Dublín, donde toda una ciudad estará de fiesta para celebrar ni más ni menos que un libro, el gran libro. El Bloomsday de Dublín, no puede compararse con ningún otro evento relacionado con la literatura. Ni las ferias de Franckfort o Guadalajara (Mexico), ni los torpes homenajes institucionales a poetas muertos que se suelen perpetrar por los cuatro puntos cardinales, llegarán nunca a la emoción y el cariño con que los dublineses inmortalizan a un gran escritor.
Otro irlandés de lujo, Samuel Beckett, desafiaba el talento de los escritores venideros con aquella enorme y mágica sentencia:
“Todo de antes, nada más jamás. Jamás probar, jamás fracasar. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.”

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